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Śrīmad-bhāgavatam 4.10.14

Texto

hāhā-kāras tadaivāsīt
siddhānāṁ divi paśyatām
hato ’yaṁ mānavaḥ sūryo
magnaḥ puṇya-janārṇave

Palabra por palabra

hāhā-kāraḥ — tumulto de contrariedad; tadā — en ese momento; eva — ciertamente; āsīt — se manifestó; siddhānām — de todos los habitantes de Siddhaloka; divi — en el cielo; paśyatām — que estaban observando la batalla; hataḥ — matado; ayam — ese; mānavaḥ — nieto de Manu; sūryaḥ — Sol; magnaḥ — puesto; puṇya-jana — de los yakṣas; arṇave — en el mar.

Traducción

Todos los siddhas de los sistemas planetarios superiores, que observaban la batalla desde el cielo, cuando vieron que las incesantes flechas enemigas cubrían a Dhruva Mahārāja, rugieron tumultuosamente: «¡El nieto de Manu, Dhruva, está perdido!». Gritaban diciendo que Dhruva Mahārāja era como el Sol, y que ahora se había puesto en el mar de los yakṣas.

Significado

En este verso, la palabra mānava, que se suele emplear en el sentido de «ser humano», es muy significativa. En este verso, mānava califica a Dhruva Mahārāja como «descendiente de Manu». Toda la sociedad humana, y no solo Dhruva Mahārāja, desciende de Manu. Según la civilización védica, Manu es el legislador. En la India, todavía hoy los hindúes siguen sus leyes. Es decir, todos los miembros de la sociedad humana son mānava, descendientes de Manu, pero Dhruva Mahārāja es un mānava especial, porque es un gran devoto.

Los habitantes del planeta Siddhaloka, que pueden volar por el cielo sin necesidad de aviones, sentían ansiedad por la situación de Dhruva Mahārāja en el campo de batalla. Śrīla Rūpa Gosvāmī dice que el devoto no solo está bien protegido por el Señor Supremo, sino que su seguridad y protección preocupa también a los semidioses, e incluso a los hombres corrientes. En este verso también es significativa la comparación de Dhruva Mahārāja sumergiéndose en el mar de los yakṣas. Cuando el sol se pone en el horizonte, parece que se hunde en el mar, pero en realidad, el sol no está en dificultades. De la misma manera, aunque Dhruva pareció hundirse en el mar de los yakṣas, no estaba en dificultades. El hecho de que hubiera pasado sus apuros (porque, después de todo, era una guerra, y en las actividades bélicas siempre hay que defenderse) no significaba que Dhruva Mahārāja estuviera vencido. Era como el sol, que, a su debido tiempo, al final de la noche, vuelve a levantarse.